Los límites y las intervenciones de los docentes en la escuela

Los límites y las intervenciones de los docentes en la escuela

Artículo escrito por Ruth Harf para la publicación Límites y educación emocional.  n.º7  de la colección INFANCIAS siglo xxi

 

Ruth Harf

Los límites y las intervenciones docentes en la escuela

En este artículo vamos a abordar el tema de los límites en el ámbito educativo.
Empecemos por los conceptos básicos que un maestro tiene que manejar sobre límites.

Primero y fundamental, límites y sanciones no quieren decir lo mismo. En general, la gente confunde estos términos. Los docentes, como parte de la sociedad, también solemos confundir límites con sanciones. Pero es importante aclarar las diferencias y conocer las particularidades al respecto antes de actuar.

Un límite es lo que separa lo permitido de lo prohibido. Entonces, cuando hablamos de que hay que poner límites como parte de la tarea educativa nos estamos refiriendo al trabajo o proceso a generar para que el niño sepa hasta qué punto es lo permitido y desde qué otro punto comienza lo no permitido.

Enseñar los límites es enseñar dónde está esa frontera entre lo permitido y lo no permitido.

Para profundizar sobre esta idea es interesante traer un concepto de la especialista Claudia Gerstenhaber sobre el tema. Ella propone pensar los límites como la zona de lo posible.

Contextualizar lo permitido y lo prohibido con niños

Entonces cabe preguntarnos… ¿Qué se puede hacer dentro de lo permitido y qué conductas están en lo prohibido?

Pero la respuesta no es tan sencilla y se vincula a una cuestión de contexto, o sea, lo permitido en un lugar puede ser prohibido en el otro. Tanto es así que el contexto generacional, institucional y tantas otras variables inciden permanentemente. Por ejemplo, mantener relaciones sexuales entre adultos en un espacio íntimo está dentro de lo permitido, pero en el baño de la escuela no está permitido.

Caminar descalzo puede estar permitido en la casa mientras que en la escuela no. La cuestión es que, de acuerdo con las circunstancias, pueden variar la zona de lo permitido y la zona de lo prohibido. Por ende, también varían los límites, normas o conductas establecidas que se le enseñan a un niño.

Volvamos a reflexionar sobre los siguientes interrogantes:

  • ¿Qué significa poner los límites?
  • ¿Cuáles son los límites?
  • ¿Es posible enseñar los límites en la escuela?
  • ¿Qué le corresponde hacer a un maestro?
  • ¿Cuál es la intención?
  • ¿Qué se espera de los niños?

Todas estas preguntas deben formar parte de las reflexiones en torno al proceso de enseñanza de cada maestro.

Quizá debemos plantearnos un proceso para construir un marco en el que un docente no tenga que estar constantemente marcando qué es lo permitido y lo prohibido.

Como resultado de la enseñanza, aspiramos a un momento en el que el niño aprenda, entienda o comprenda qué se puede y qué no.

Entonces, se nos presenta la otra pregunta… ¿Qué son las sanciones?
En principio, sanción no es sinónimo de castigo. Sanción es sinónimo de dar por hecho, de concretar una acción: una ley se sanciona. Por eso, cuando alguien está en lo permitido también tiene una sanción que es el referente externo que le hace ver al otro que está en lo permitido: se llaman premios o recompensas. En este sentido, las sanciones tienen como característica que puedan ser positivas o negativas.

En algunos casos, una sanción positiva podría ser: «¡Muy bien, bravo, qué bien lo hiciste!». O una sonrisa aprobatoria o unas palmas en forma de aplauso.
Eso sería lo que le da al otro la idea de que lo que está haciendo está en lo permitido. Por otro lado, está lo que conocemos como sanciones negativas. Esto no tiene ninguna relación con la idea de venganza, sino que tiene como objetivo darle a entender al otro, por medio del referente empírico, que eso que está haciendo está en la zona de lo prohibido.

Sobre las intervenciones docentes en los límites

En ciertos momentos, un maestro puede decidir alejar a un niño de una actividad porque está perturbando o porque está molestando, y decirle: «te sentás ahora a un costado y después lo pensamos juntos, a ver qué pasó». Porque la idea es que el niño no actúe por búsqueda de la recompensa o por miedo al castigo, sino en pos de comprender la necesidad de esos límites de lo permitido y lo prohibido.
Lo que tenemos que preguntarnos es: ¿Por qué un maestro debe intervenir en este sentido? ¿Por qué debe tener formación e intencionalidad claras sobre cómo intervenir? Porque vivimos en sociedad.

Los docentes necesitan formarse en estrategias e intervenciones sobre límites para educar a favor de una mejor convivencia.

La vida en sociedad implica compartir lo permitido y lo prohibido entre todos y también compartir la comprensión de los límites con los demás.

Así pues, el docente que enseña sobre estas cuestiones no hace una simple intervención en relación con sus propias emociones. O sea que las estrategias en relación a los limites no implican una posición artificial de los maestros, sostenida en pensamientos como: «ese niño me molesta».

El maestro interviene en ciertas situaciones específicas con intención y formación pues está enseñando lo que significa la convivencia. Convivencia no significa solamente compartir con los pares, sino convivir también con los que tienen roles asimétricos, pero que en realidad son complementarios.

Las propuestas actuales sobre educación, emociones y conductas en la escuela

Hoy se habla, entre las propuestas de la escuela, de educación emocional. Pero no creo que la educación emocional signifique aprender emociones, pues no es posible aprenderlas. Las emociones son un bagaje con el que venimos.

Mi propuesta, en cambio, es hablar concretamente de educar para el control de las emociones. Educar para que los estados emotivos de los niños se pongan de manifiesto por medio de formas socialmente válidas. Todos nos enojamos con alguien y sentimos deseos de herirlo, hasta matarlo. Por eso, no quiero una escuela en la que se eduque para que no tengan ganas de matar a alguien, sino una escuela en la que se eduque para que, teniendo ganas de matar a alguien, no lo hagan y lo pongan de manifiesto en forma socialmente válida. Por ejemplo, diciendo: «Estoy muy enojado… Ahora no quiero hablar».

Los niños tienen derecho a todos los estados emotivos, ­siempre y cuando esos estados no causen daño, no perturben a los compañeros ni pongan en riesgo la convivencia grupal.

Entonces, retomando la idea de educar respecto a las emociones, los niños pueden aprender a tener control sobre ellas. Y, por supuesto, dese la escuela favorecemos y acompañamos este proceso que dura toda la vida. Estos aprendizajes son importantes porque si uno no controla sus emociones, sino que sus emociones lo controlan a uno realmente desaparecen la capacidad de pensar, de razonar y percibir las consecuencias de las acciones.

Los límites y la ética

Es importante pensar que las conductas y los límites están en el marco de lo ético porque la ética tiene que ver con la vida en una sociedad basada en premisas como «Mis derechos o mi libertad terminan donde empiezan los del otro». Este tipo de ideas son las que tienen que incorporar los niños para aprender a convivir con el otro. Pero esto no implica amar al otro necesariamente, ya que uno elige a quien amar. Es decir, el hecho de que todas las relaciones no estén signadas por el amor no significa que no exista el cuidado mutuo en las relaciones de convivencia.

Una situación para reflexionar

Hace un tiempo, me sucedió algo muy interesante en un ómnibus. Había un jovencito que estaba sentado y una señora mayor que estaba parada. A mi lado, había otra señora que, al observar esta escena, me dijo: «mirá a los jóvenes de hoy que no respetan». A partir de esa frase, me quedé reflexionando sobre lo importante que es pensar históricamente sobre la palabra respeto.

Al hacerlo, entendí que la frase respetar a tus mayores tiene una cuestión de asimetría e imposición que antes no se me había ocurrido profundizar. En este sentido, para evitar esa asimetría, lo apropiado sería dejar de insistir tanto con la sentencia de respetar a los mayores y proponer una sociedad en la que el objetivo sea cuidarnos entre todos. De esta manera, las premisas cambiarían y aparecerían ideas como «yo te cuido a vos y necesito que vos me cuides a mí». Así, sería posible pasar de una asimetría jerárquica a una simetría con diferencias, por ejemplo, de edades.

Quizás habría que preguntarles a niños y jóvenes: ¿A vos te gustaría una sociedad en la que aprendiéramos a cuidarnos entre todos, donde a vos te cuidaran y vos pudieras cuidar a otros?

Las familias la escuela y los límites: hacia la construcción de roles complementarios

Es importante que la familia y la escuela puedan trabajar juntas en la construcción de valores y normas para la convivencia. Si pretendemos vivir en comunidad, mirar hacia otro lado no es ético. Pero entrometerse en el modo en que están criando a los niños tampoco es del todo posible. Claro que hay que diferenciar unos hechos de otros. No es lo mismo que un niño le quite un juguete a otro que una difícil situación como podría ser detectar en la escuela un niño lastimado o abusado. Ante situaciones como esta última no podríamos ignorar los procedimientos a seguir.

La escuela debe ocuparse de lo que ocurre en el interior de una familia cuando lo que pasa en esa casa atenta contra la Declaración de los Derechos del Hombre y el Niño.

Esto está afirmado por escrito en normas y leyes vigentes. De todas maneras, mientras las circunstancias de una familia no ronden este tipo de cuestiones, hay que tener respeto sobre los criterios propios de cada una de ellas. Cuando las familias utilizan criterios diferentes con respecto a cuestiones normales, desde nuestro lugar solo debemos comentar cómo se manejan las situaciones en la institución. En todo caso, las problemáticas propias de la familia deberían ser tratadas por especialistas en familia.

Si un niño, por ejemplo, dijera que golpea a otros niños más pequeños porque a él mismo su padre le indicó que así lo hiciera estaríamos frente a una situación preocupante porque la modalidad de funcionamiento de la familia estaría perturbando la modalidad de funcionamiento propia de la institución escolar. En ese caso, tendríamos que buscar una especie de acuerdo o contrato entre escuela y familia, entendiéndolas como ámbitos separados.

Profundicemos más acerca de estos vínculos entre familia y escuela.
Desde la escuela nadie le diría a alguien de una familia que le quitara el chupete a un niño, por ejemplo. Puntualmente, lo único que se podría decir es que, como norma de la institución, desde cierta edad ya no se les permite a los niños usar chupete dentro de la escuela.

Otro ejemplo interesante para abordar la particular relación escolar-familiar sería el caso de un niño que llegara sin documentación. La escuela no será la encargada de tramitar el documento de identidad de ese niño, pero tampoco debería negarle la inscripción. En cambio, lo que sí se podría hacer desde la institución escolar sería derivar a los padres a un lugar de gestión para que pudieran tener la documentación correspondiente.

La problemática mencionada anteriormente se manifiesta en un ámbito mucho más general, aunque también se debe remarcar que son situaciones conflictivas y concretas que no tienen soluciones ni respuestas únicas. No obstante, concuerdo con algunas líneas de pensamiento que sostienen que debemos manejarnos con mucho respeto por las modalidades de funcionamiento de la casa donde viven los niños.

En conclusión, no se puede distinguir fácilmente dónde está el límite rígido y exacto entre lo que le compete a la familia y lo que le compete a la escuela porque ambos comparten roles complementarios relacionados con el desarrollo, el cuidado, la atención y los aprendizajes de los niños.

Distinguir hasta qué punto actuar o dejar de hacerlo depende del análisis de cada situación particular. En definitiva, lo más importante es respetar los contextos.

 

Bibliografia

Harf, R. y otros. (2010) Qué pasa con los límites en la educación inicial. Ed hola chicos, Buenos Aires.
― (2008) Conduciendo la escuela. Ediciones novedades educativas, Buenos Aires.
Gerstenhaber, C. (1997) Los limites un mensaje de cuidado. AZ editora, Buenos Aires.

Ruth Harf

Nació en Argentina, es maestra y profesora de Jardín de Infantes egresada del Ies Eccleston en la ciudad de Buenos Aires. Es licenciada en Ciencias de la Educación (UBA) y licenciada en Psicología (UBA). Es creadora y directora del centro de formación constructivista. Autora de numerosos libros y artículos actualmente coordina el programa de capacitación para directivos en la ciudad de Buenos Aires.

Sus últimos libros fueron presentados tanto en la Feria del Libro como en la Biblioteca Nacional en Argentina. Es además consultora internacional en currículum y otros aspectos particularmente ligados a la gestión de instituciones y las políticas educativas.

Ha disertado en Uruguay, Méjico, Chile y otros países de Latinoamérica. Continua dictando cátedra en la Universidad de Buenos Aires.

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