Perspectiva de género:  Un camino para deshacer desigualdades

Perspectiva de género: Un camino para deshacer desigualdades

Fragmento del artículo de Estela Seisdedos para la revista Didáctica Ed. Media n.º1

En la sociedad y en la escuela se visibilizan ­subjetividades diversas, el enfoque de género es una mirada que facilita el análisis crítico para la comprensión de las juventudes que junto con los profesores protagonizan la escuela secundaria, para la construcción de prácticas docentes superadoras que posibiliten la inclusión. La perspectiva de género es una herramienta para problematizar y desnaturalizar prácticas asimétricas establecidas socialmente. Incorporar la mirada de género en los liceos no supone eliminar diferencias, sino las desigualdades en derechos y, por lo tanto, es un proceso que facilita disminuir la violencia.

¿Qué es la perspectiva de género?
Es considerar como marco teórico y categoría de análisis el estudio de las diferencias entre los géneros, teniendo en cuenta la construcción histórica y social de la diferencia de poder que se ha hecho en torno a ello. Esta perspectiva permite analizar las situaciones de desigualdad, muchas veces ocultas y naturalizadas por patrones culturales.

El enfoque de género es un proceso dinámico que atraviesa múltiples dimensiones políticas, sociales, culturales y económicas, que cobra representaciones particulares en cada contexto. La persistencia de la violencia contra las mujeres y contra las minorías ­sexuales es un grave problema y un desafío para toda comunidad educativa, que pretenda hacer respetar la vigencia de los derechos humanos y las libertades fundamentales 

Del sexo al género
El género está más allá del sexo, es una configuración con múltiples componentes, laborales, institucionales, jurídicos, económicos, simbólicos, etc.
Género sería la escritura social sobre los cuerpos, una escritura que asigna espacios diferenciados para mujeres y hombres (la casa, el espacio público), que indica un poder para construir sujetos, para nombrar lo que es femenino o masculino. El género implicaría una línea divisoria impuesta socialmente, difícil de traspasar.

Según Judith Butler, el género es algo que se hace. Cuando nace un bebé y decimos es una niña, no solo estamos describiendo unas características biológicas, sino que estamos creando género, asignándole roles y expectativas; la cuestión está en pensar si podemos hacer género de otra manera que no sea en forma binaria.

La forma de vivir la sexualidad es una experiencia que varía de persona en persona y que también se vincula con las expectativas sociales acerca de cómo deberían actuar varones y mujeres, es decir, con el género.

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Aclarando conceptos:
sexo, sexualidad y género
Sexo es la constitución orgánica de varones y mujeres, que da lugar a las diferencias anatómicas entre macho y hembra. Se transmite genéticamente, no es una elección del ser humano, es una condición biológica determinada en el momento en que se unen las células reproductivas de un hombre y una mujer al producir la fecundación.

La sexualidad es tan amplia y variada como personas hay en el mundo y se expresa de distinta forma según seamos mujeres o varones, chicos o grandes y también según el grupo familiar y social. La forma de expresar la sexualidad también varía según las distintas culturas, países y momentos históricos
Género es una construcción sociohistórica que se configura a través de sistemas relacionales, de interacción social. Varía en tiempo y espacio. Es transmitido a través de los procesos de crianza, socialización y educación a través de formas sutiles, preconceptos, mitos, prácticas, usos y costumbres que se naturalizan y no se problematizan.

El concepto de género no se aplica a la mujer en sí misma ni tampoco al hombre, sino a las relaciones de desigualdad entre los distintos géneros, en torno a la distribución de los recursos, las responsabilidades y el poder. Son aquellas atribuciones que la cultura asigna —asimétricamente— a los seres humanos.
Según Butler (2001), el género no es la expresión natural del sexo, sino una categoría construida socialmente que cambia con el tiempo y presenta grandes variaciones, tanto entre diversas culturas como dentro de una misma cultura.

Pensar desde una perspectiva de género da lugar a los conceptos de:
Identidad de género: hace referencia a la vivencia íntima y a la percepción propia de cada persona respecto del género (es decir, si se percibe a sí misma como varón, mujer o de otra forma). En este sentido, la noción refiere también a las características socialmente atribuidas a la mujer y al varón. Se transmite y aprende a través del curso de nuestras vidas, es decir, cada grupo humano forma, educa y enseña ciertos modelos en torno a la feminidad o a la masculinidad.
Identidades de género disonantes: homosexualidad, transexualidad, bisexualidad, generalmente reprimidas a nivel social.

Relaciones de género: suelen ser definidas por los modos en que las culturas asignan funciones y responsabilidades a la mujer y al varón. Estas relaciones determinan los modos de acceder a los recursos materiales (como tierra y créditos) y a recursos simbólicos, como el poder político. Esta estructura repercute en la vida cotidiana manifestándose, por ejemplo, en la división del trabajo doméstico y extradoméstico, en las responsabilidades familiares, en el campo de la educación, en las oportunidades de promoción profesional, etc.

El binarismo de género clasifica al sexo y al género como masculino y femenino.
Según este modelo sexo, género y sexualidad están alineados; por ejemplo, un hombre tendría identidad masculina y su orientación sexual sería heterosexual.
El binarismo de género excluye a lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros, transexuales de género no binario o tercer género.

Tercer género: Las personas del género no binario no se identifican con género femenino o masculino. Tampoco se identifican como gays. Se sienten cómodas expresándose libremente, no se consideran hombre o mujer, o no sienten que pertenecen a algún sexo. Hay momentos en los que pueden identificarse con un género durante un tiempo, y luego con el opuesto.

La lógica binaria asigna cómo deben comportarse mujeres y hombres, estableciendo roles de género Cabe señalar que la sociedad suele sancionar a quienes no cumplen con lo esperado: exclusión, ­humillación, acoso, bullyng, riesgo físico o de vida.

El sistema binario estable roles de género.

Rol femenino: Cuidar a los demás. Dependencia. Espacio doméstico. Esfera reproductiva. Maternidad. Emotividad. Mediación de conflictos. Pasividad.

Rol masculino: Proveedor del sustento económico. Independencia. Autonomía. Espacio público. ­Mundo del trabajo. Racionalidad. Autoridad. Liderazgo. ­Jefatura. Actividad.

Según Judith Butler:

Si por el momento presuponemos la estabilidad del sexo binario, no está claro que la construcción de «hombres» dará como resultado únicamente cuerpos masculinos o que las «mujeres» interpreten solo cuerpos femeninos. Además, aunque los sexos parezcan ser claramente binarios en su morfología y constitución (lo que tendrá que ponerse en duda), no hay ningún motivo para creer que también los géneros seguirán siendo solo dos. La hipótesis de un sistema binario de géneros sostiene de manera implícita la idea de una relación mimética entre género y sexo, en el cual el género refleja el sexo o, de lo contrario, está limitado por él. Cuando la condición construida del género se teoriza como algo completamente independiente del sexo, el género mismo pasa a ser un artificio ambiguo (J. Butler, 2001: 54).
«Hay que tener muy en cuenta que el no encarnar el género de forma normativa o ideal supone arriesgar la propia posibilidad de ser aceptable para el otro,

y no solo esto, sino también, incluso, supone arriesgar la posibilidad de ser legible como sujeto pleno, o la posibilidad de ser real a los ojos de los otros, y aún más, supone en muchos casos arriesgar la propia vida». Nota periodística publicada en Página 12 (08/5/09) en el que se comenta el pensamiento de Judith Butler en el que vincula género y política

Evitar el sexismo en la escuela

Lenguaje no sexista
Todas las personas que trabajamos en educación sabemos que el lenguaje es el elemento básico de la práctica educativa, no solo porque nos relacionamos a través de las palabras, sino porque es un instrumento de representación simbólica de la realidad a través del que construimos y transmitimos el conocimiento. El lenguaje está en la base de todas las relaciones humanas y también de las educativas. Hasta tal punto es importante, que los alumnos hacen suyo el conocimiento cuando reconocen las palabras que lo designan, utilizándolas para interpretar, comunicar, expresar y crear ­nuevas realidades.

Cuando el lenguaje no expresa y se esconde en el masculino pretendidamente universal y neutral, estamos ocultando la existencia de las mujeres y su realidad.

Si aspiramos a que los estudiantes del liceo aprendan a vincularse de una manera más equitativa, y que la escuela sea motor de transformación cultural, es indispensable que seamos capaces de poner en cuestión los estereotipos en lugar de reproducirlos automáticamente.

Para ello, se hace indispensable que los docentes intervengan desde una mirada de género que vea a la persona de manera integral en un abordaje transversal a su materia y a todos los aspectos de su práctica diaria.

La cultura invisibilizó a las mujeres y a otras minorías a lo largo de la historia, por ello, es importante rescatar su presencia en los libros y las tramas narrativas.

La violencia de género
Los estereotipos derivan en uno de los graves problemas sociales que atravesamos en la actualidad: la violencia de género, en particular la violencia hacia las mujeres.

La violencia de género es una problemática social compleja que solo puede ser abordada en la medida en que se visibilicen y se pongan en tensión aquellas pautas culturales que alimentan y sostienen las desigualdades. Es cierto también que otros colectivos padecen discriminación y violencia, gays, travestis, trans, entre otros.

La violencia contra las mujeres refiere toda conducta, acción u omisión que basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, así como también, su seguridad personal.

La violencia contra las mujeres es policausal, encontramos causas sociales, psicológicas, legales, culturales y biológicas.

La escuela cumple un rol fundamental para transformar la vida social y hacerla más igualitaria y por tanto, menos violenta.

La formación de parejas con riesgo de violencia es uno de los temas que requiere ser trabajado y elaborado con los estudiantes en los liceos.

La violencia de género aumenta en edades cada vez más tempranas y las redes sociales suelen ser un medio para ejercerla.

Noviazgos violentos y redes sociales
Es necesario profundizar con los jóvenes la violencia de género teniendo en cuenta las representaciones sociales, la naturalización de prácticas de coerción, y los celos como supuesta demostración del amor en el imaginario social.

El control del otro ejercido a través de aplicaciones como WhatsApp y los comentarios expresados en las redes pueden ser en un tipo de violencia que los jóvenes no suelen identificar. Las agresiones on line pueden convertirse en los primeros pasos hacia la violencia física. La ciberviolencia de género multiplica su intensidad ya que traspasa el ámbito privado por la viralidad de los mensajes.

Las formas más frecuentes suelen ser la difusión de comentarios ofensivos, de fotografías o vídeos íntimos así como las coacciones y las amenazas. Pero también existen otras acciones como espiar el celular, usar dispositivos de geolocalización o acceder sin consentimiento a perfiles en redes sociales; que los jóvenes viven como normales sin darse cuenta que son de maltrato.

Las relaciones violentas no comienzan de un día para otro. Se van instalando lentamente, de manera progresiva y, en general, ya aparecen indicadores en el noviazgo.

La relación de pareja violenta se monta sobre un andamiaje cultural que los precede. Pensar esta relación de desigualdad previa a estos sujetos no pretende eximir a los victimarios de responsabilidades, sino que nos permite a los docentes tomar conciencia de la necesidad de trabajarlo con los alumnos para ­revertir estas prácticas culturales.

Cuando se habla de noviazgo, se abarca a todas aquellas modalidades de relación más o menos estables, amigos con derechos, novios, entre otras formas de vínculo que tengan una cierta permanencia sin que necesariamente impliquen un compromiso. A su vez, cuando se habla de violencia en las relaciones interpersonales (violencia de género, familiar, maltrato infanto-juvenil), el denominador común es el ejercicio abusivo del poder.

Leonore Walker elaboró el ciclo y las fases de la violencia contra la mujer pero que es aplicable a cualquier tipo de violencia.

Se pueden observar claramente tres fases:

  1. Acumulación de tensión: es el proceso durante el que se generan cambios en el estado de ánimo del agresor a partir de sentir frustración ante determinados hechos de los cuales hace responsable a la víctima. Decodifica estos hechos como provocaciones hacia él. La acumulación de tensión se sostiene en el tiempo y va incrementándose.
  2. Descarga de la violencia física: es el hecho de violencia concreto. Ejecuta sobre la víctima toda su violencia. El agresor luego suele justificarse, minimizar los hechos o negarlos.
  3. Arrepentimiento: es la actitud que asume el agresor luego de haber descargado su violencia, intenta así reparar el daño y mantener el vínculo con la víctima. Realiza promesas de no volver a agredirla hasta que lograr convencerla. Esta fase también se llama de «luna de miel», ya que el hombre vuelve a seducir a su pareja hasta lograr la reconciliación y una vez que esta se da, transcurrido un tiempo, se reitera el ciclo de la violencia.

Cuanto más tiempo se prolonga la relación violenta, más cortos son los cambios de fases y más graves son los hechos.

La relación violenta da lugar a:

  • La indefensión aprendida: cuando una persona víctima de violencia desarrolla una incapacidad para defenderse, se siente impotente para ­cambiar su situación.
  • Deterioro de la autoestima.
  • Inhibe la capacidad para crecer, optar por oportunidades sociales, tomar decisiones respecto a la situación en la que viven.
  • Aislamiento del entorno familiar y social.

Una propuesta para trabajar con los estudiantes en las aulas:

Organizar un observatorio de mensajes sexistas en los medios de comunicación.
Un observatorio es una institución desde la que se investigan y registran objetos, eventos y situaciones de carácter natural o social.

Es importante poner en conocimiento de los estudiantes que en Uruguay existe el Observatorio sobre Violencia basada en género hacia las mujeres, y que lo preside el Ministerio del Interior, el Instituto Nacional de las Mujeres y la Red Uruguaya contra la Violencia Domestica y Sexual, conforme a la ley 19.580.

Realizar un observatorio requiere:

  • Formular objetivos precisos.
  • Criterios acerca de lo que vamos a investigar.
  • Recolección y registro de la información.
  • Repertorio de muestras.
  • Monitoreo.
  • Difusión de las producciones elaborados y de las conclusiones a la comunidad.
  • Tener en cuenta:
  • ¿Qué intervenciones realizaría para que el grupo formule de modo colectivo los objetivos del observatorio?
  • ¿Cómo pautaría la construcción de los criterios que habrán de orientar el trabajo junto con los adolescentes?
  • Indique cómo recolectar la información y con qué instrumentos se va a registrar.
  • Mencione cómo se van a organizar las muestras recolectadas.
  • ¿Cómo van a difundir a la comunidad el trabajo realizado, los datos y conclusiones?
  • ¿Qué nombre tendría el informe o evento?
  • El tiempo que va a destinar a la realización del observatorio.

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Estela Seisdedos

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