Tiempo al tiempo La vida escolar y el tiempo justo
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Fragmento del artículo de Estela Seisdedos para la revista Didáctica Ed. Media n.º 5
Nos proponemos pensar el tiempo para abordarlo en la escuela y su relación con el aprendizaje. La vida institucional tiene su ritmo, que se desprende de su organización y que encierra significados más profundos, que dan lugar a preguntarnos por las implicancias del tiempo en los aprendizajes y en la vida. La intención es encontrar nuevas dimensiones que posibiliten encontrar otros sentidos y ponerlos en práctica en el trabajo con los alumnos en las aulas.
La tensión aprendizaje rapidez
Año lectivo, jornada escolar, institucional, hora de clase, del cuento, de gimnasia, de música, de plástica, de lectura en la biblioteca, tiempo de recreo, de almuerzo, de merienda. Tiempo para cumplir con el programa, para evaluar, etc. Cuatrimestres, trimestres, y demás unidades de tiempo que rigen la vida escolar.
La organización del tiempo en la sociedad que vivimos marca el compás de la vida en la escuela, de actividades y rutinas.
La aceleración y la cultura de la rapidez se han convertido en elementos característicos de la vida actual, y condicionan nuestra vida, nuestro comportamiento y nuestras relaciones. Esto hace que no tengamos nunca el tiempo y la tranquilidad que necesitamos para reflexionar.
Pedimos un café en un bar y nos impacienta la espera; frenamos en un semáforo y los segundos de espera nos parecen eternos. Queremos hacer click y pasar velozmente de un asunto a otro. Vivimos, sin detenernos, sin escuchar, sin escucharnos, creyéndonos muy informados, estamos en la sociedad de la información. La cultura actual se caracteriza por la información y la velocidad, lo que encierra una contradicción.
Las escuelas no son ajenas a este panorama, el año escolar parece no alcanzar, pero a su vez cada vez contiene más días de clases. La escuela y los docentes estamos en carrera a toda prisa. Aprendizaje y rapidez entran en tensión.
Si bien para el mundo antiguo el tiempo es cíclico, entiende el tiempo como movimiento y sucesión. Siguiendo el legado aristotélico el tiempo es «sucesión de momentos».
Aporta la visión lineal del tiempo, su carácter vectorial, debido a que el tiempo está orientado hacia el futuro. El sentido de toda la historia aparece como un desplegamiento en el tiempo, que tiene su origen en la creación y que culminará en el juicio final, que es el final de los tiempos.
Desde la perspectiva clásica que incluye el concepto de Aristóteles relacionado con la idea de que lo temporal tiene principio y fin como aporta el cristianismo, el tiempo es «una sucesión de momentos que tiene principio y fin».
Con la revolución científica, especialmente a partir de Galileo, aparece la noción de un tiempo concebido como una variable física. Al estudiar la velocidad, se modifica la noción de tiempo y los problemas que se plantean. Tiempo, espacio y materia serán los tres grandes conceptos de la física moderna clásica, es decir, del mecanicismo.
Husserl reacciona ante el positivismo haciendo foco en la conciencia, en lo que se manifiesta en ella, las vivencias, que dan lugar a abordar el tiempo, es decir, ya no desde lo objetivo al modo de la física sino desde la subjetividad.
Heidegger Se trata del tiempo interno de la conciencia, que no es otra cosa que la vivencia misma, su fluir continuado. La temporalidad no es algo ajeno a la consciencia sino que viene dado por ella. La conciencia humana está constituida por la conciencia de ser temporales.
El tiempo en la vida actual
Las demandas y el vértigo de la vida diaria ponen casi de manera inevitable en peligro el bienestar, la vida actual se caracteriza por los estados de ansiedad y de estrés, lo que a menudo lleva a plantear la necesidad de desacelerar el ritmo de vida, de «bajar un cambio». Son varios los filósofos y pedagogos que en la actualidad están elaborando teorías y propuestas acerca de la necesidad de desacelerar la vida y de producir cambios en la educación para lograrlo.
Bauman. La sociedad líquida
Vivimos un tiempo líquido en que las certezas se escurren, las estructuras se disuelven; una época caracterizada por el cambio y la transitoriedad, promovida por la sociedad de consumo que favorece una lógica individualista donde las relaciones son volátiles y se vive en contextos que dificultan la previsión de futuro. No es frecuente que se construyan proyectos a largo plazo y se sobrevalora lo rápido.
Bauman se refiere a los retos de la educación en la Modernidad Líquida, que debe realizar sus prácticas en la cultura de la impaciencia y que sobrevalora la velocidad, el mundo de la comunicación inmediata en las redes sociales. La vida actual ha normalizado el estado de emergencia.
Teniendo en cuenta todo esto, y dada la velocidad de los cambios, la vida consiste hoy en una serie inacabable de nuevos comienzos, pero también de incesantes finales. Así se explica que procuremos por todos los medios que los finales sean rápidos e indoloros.
Acaso los desafíos para los docentes en el contexto que señala Bauman consistan en facilitar el recupero de la vivencia en nuestros alumnos de que existe un tiempo para detenerse a pensar; para escuchar y comprender, para la soledad, para el silencio, para la introspección, para el encuentro con uno mismo, para la vida interior.
Podemos pensar que la escuela actual propone que los estudiantes piensen por sí mismos, pero sin propiciar el contacto consigo mismos, ya que no hay tiempo para la introspección que requiere de otros espacios y otros tiempos. Proponemos tener voz recuperar voces, incluirlas, articularlas para la vida en democracia, pero no parece haber tiempo para la conciencia.
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La cultura de la rapidez
- Lo rápido hace subir la adrenalina y es más divertido.
- Lo lento es aburrido.
- Para tenerlo todo, consumirlo todo, hay que ir muy rápido, hay que acelerar.
- Para no perder tiempo no hay que tener tiempo libre, hay que ocupar el tiempo con actividades.
- Las 24 h del día no alcanzan, es necesario correr más, dormir menos.
- Acceder a mucha información en poco tiempo (tic).
- Vivir siempre conectados (redes sociales).
- Pérdida de la capacidad de espera.
- Multitarea.
- Hiperestimulación.
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La escuela y la rapidez
Sin duda la escuela actual es parte de la cultura de la rapidez y comparte estos postulados, generalmente, asociamos al estudiante rápido para hacer las tareas con el alumno inteligente y al que resuelve más lento con el tener dificultades para comprender o aprender. Procuramos que las niñas, los niños y los adolescentes estén permanentemente ocupados para que no se aburran, lo que es también un modo de regular la disciplina escolar y la vida.
Tratamos de hacer de los contenidos algo divertido de aprender, para cumplir con los contenidos curriculares estamos apurados, el año escolar no alcanza, se premia a quien termina la carrera en los tiempos establecidos, se busca incluir más actividades luego del horario escolar. Los docentes corremos para tomar las evaluaciones, hacer los boletines, etc.
Cada momento de la vida escolar está administrado, organizado, supervisado y programado. Todo está monitoreado como si educar fuese lo mismo que la producción en serie, lo que nos recuerda la marcada tradición conductista en la educación.
La intención de la educación conductista es hacer posible que la enseñanza produzca aprendizajes de manera eficaz en los tiempos previstos, es decir, de manera pronta y con el menor costo. Un docente eficaz domina y maneja los objetivos, procedimientos y programas conductuales de acuerdo con el cronograma pautado.
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El tiempo como dispositivo de control
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Cambiar el ritmo en la escuela
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Permiso para la lentitud «Bajar un cambio»
Dar lugar a la lentitud es una revolución cultural que encierra el poder de redimensionar todo lo que hacemos. «Crear un mundo lento implica reescribir las reglas de todo: desde la política y la democracia hasta la economía o la manera en que llevamos nuestras relaciones personales y construimos las comunidades» Honoré.
Una de las consecuencias de vivir acelerado es la agresividad, produce bronca por la congestión de las autopistas, por las esperas, por las aglomeraciones en los centros de compras, por esperar a que alguien llegue en una cita. Parece que si alguien se interpone para lograr exactamente lo que deseamos en el momento que lo queremos hacer, se convierte en nuestro enemigo. Hemos perdido la capacidad de esperar, de posponer. La cultura de la gratificación instantánea produce violencia.
La escuela tiene que mostrar que las cosas requieren su tiempo, no que la velocidad es mala, ya que también es necesaria según las situaciones pero no rendir culto a la velocidad ni a lo inmediato. Más antes y más rápido no son sinónimos de mejor.
Acaso un ritmo más lento nos facilite trabajar con los alumnos de modo más creativo y más placentero. La mejor forma de aprovechar el tiempo no es hacer la máxima cantidad de cosas en el mínimo tiempo, sino buscar el ritmo adecuado a cada cosa, para cada contenido, cada actividad, cada grupo, cada día.
Los educadores somos los responsables de dar forma al uso de su tiempo, de mostrarles que cada cosa requiere un tiempo, el valor del silencio y de la reflexión, de la introspección, de enseñarles el valor de saber esperar, de la paciencia para dar lugar a mejores aprendizajes y resultados. De los educadores depende dar lugar a la lectura lenta, a tener tiempo para pensar en clase, para leer en silencio, para pintar y disfrutar, para el encuentro con la naturaleza.
Con el silencio pasa lo mismo que con la lentitud, se asocia a algo negativo, o aburrido, a costumbres que «no van» con los valores imperantes hoy en día. El bullicio es característico de las escuelas de hoy que agota a los docentes e impide el aprendizaje.
En la actualidad el silencio se considera como carente de significado, sería valioso trabajar con nuestros grupos la significatividad del silencio. En las escuelas es común encontrar docentes que ante el alumno que se porta mal, como castigo, le proponga ir a pensar en silencio.
La cultura actual entiende que el silencio no comunica y que la no acción no sirve para nada. Acaso sea esta una de las grandes falacias de la vida actual.
Elogio de la educación lenta. Joan Domenech
La educación lenta es un paradigma que no pretende hacer las cosas a poco a poco, sino saber encontrar el tiempo justo para cada sujeto y aplicarlo en cada actividad pedagógica.
Educar para la lentitud significa ajustar la velocidad al momento y a la persona. Poner fin al paradigma conductista según el cual todos tienen que aprender lo mismo en un mismo momento.
Hacer elogio de la educación lenta tiene sentido hoy ya que representa un modelo educativo entendido como clave en el proceso de humanización de la sociedad. El tiempo no puede colonizar nuestras vidas ni a la escuela, sino que hay que devolverlo a estudiantes y docentes para que pueda ser un tiempo vivido plenamente y, por tanto, plenamente educativo.
La Pedagogía del caracol Gianfranco Zavalloni
Es una propuesta educativa donde se proponen estrategias didácticas para la ralentización, que de forma metafórica Zavalloni llamó Pedagogía del Caracol, tal es el nombre de su libro en el que dice:
En una sociedad basada en el hacer, en la eficiencia, en el mercado global y en la velocidad, la manera de ser auténticos revolucionarios es estar ocioso y disminuir la velocidad, hacer por sí mismo y perder el tiempo. Es el tiempo del descubrimiento, del conocimiento de las vivencias personales, de la elaboración de las buenas reglas de convivencia, del contacto contemplativo con la naturaleza.
Los momentos imborrables de la trayectoria de los alumnos y alumnas son aquellos que dejan una impronta diferente porque se experimentan con una especial significatividad: un acto escolar, una salida, un proyecto que culmina en una producción participativa, una actividad creativa, que suelen transcurrir en otro tiempo, fuera de la prisa de la mecánica escolar y sus rutinas. Los dispositivos disciplinarios que facilitan el control y estructuran las rutinas de cada día, imprimen un ritmo acelerado para cumplir con estas, muchas veces por el cumplimiento mismo, despojándolas de significatividad.
Vivimos el mandato de una cultura que produce miedo a perder el tiempo, pero sin darnos cuenta de que la paradoja es que la prisa por no perdernos nada, nos lleva a no disfrutar la vida. Del mismo modo, la educación que cree que cuanto más rápido se aprende es mayor la comprensión, muchas veces dificulta el aprendizaje en profundidad y la memorización en el tiempo.
«La vida es aquello que sucede mientras estamos ocupados planificando el futuro» John Lennon
Estela Seisdedos
Profesora en Filosofía y Pedagogía (ispe Argentina).Se desempeñó como docente en los niveles primario, secundario, terciario y universitario, también en cargos directivos. Desde 1983 es Formadora de Formadores al frente de cátedras y de propuestas de capacitación para maestros y profesores. Coordina pos títulos para docentes. Se desempeña como Asesora Pedagógica en editoriales. Es autora de artículos y libros de Formación Docente publicados en distintos países.